Sunday, May 09, 2004

al borde

ITINERARIO

“... Y cuando mi balsa esté lista, partiré hacia la locura;
con mi balsa yo me iré a naufragar...”
Litto Nebia


Se dejó caer sobre la cama, respiró; cantó sin sentido el ultimo pedacito de una canción y se perdió en el agujero de la ventana, una piedra; pensó; un tiro; cerro los ojos y busco, escudriñó cada centímetro de oscuridad, se agarró con fuerza al sonido de la lluvia que había esperado, que arreciaba con violencia; algo tenía que suceder y sucedió; no encontró absolutamente nada.

Esa noche tuvo un sueño y despertó muy temprano, la resaca se enquistaba en medio de sus ojos y descendía transformada en angustia, el sol entraba en diagonal, el sol dolía; el sol era un alarido sostenido, que se estrellaba medio frenético y borracho contra las paredes pintadas de verde “mal gusto”; en las noche era un alivio llegar a casa, pero en las mañanas era insoportable permanecer ahí; se levantó sin bañarse, evitando verse en el espejo; salió.

Pasaban los autos, pasaba la gente; pasaba su recuerdo obstinado y hermoso, subiendo por esa misma calle, atravezando el dolor con una imagen descuidada y real; pasaba con su sonrisa de amar todos los días, con su gesto de no quererse ir nunca.

Era su padre quien hablaba, su voz que lo halaba desde el fondo para recordarle que debía abordar, que la aventura comenzaba esa noche, a las 9:40 y con escala en Lima, por un segundo pareció más sencillo, su madre lo miraba guardando cierta distancia, esperando un abrazo que no llegaría, debió conformarse con un “te quiero” entrecortado después fue solo cuestión de cruzar la puerta y dejarlo todo atrás, dejar la ciudad, matarla antes de que ella lo matara a el, olvidar y rogar porque el extraño cruce de los paralelos en el aire le devolviera la cordura. No tenía nada que perder, lo supo en el momento en que empacó y su vida cupo en dos maletas.

Ante el se abrió una ciudad enorme, lo primero sería descifrar los nuevos códigos; hacer frente al miedo y vencerlo, tratar de mantener abiertos los ojos a pesar del vértigo; aplazar el dolor hasta una tarde cualquiera, en que parado frente al rio entregaría toda la tristeza, pero sobre todo, tenía que mantenerse lúcido para no llegar a ser prisionero de ese sueño que llevaba tantos años construyendo. Huía y lo sabía, corría con fuerza y con calma por calles atiborradas de recuerdos, había cambiado la derrota por la ilusión de la muerte; recostaba la cabeza sobre sus piernas y lloraba espasmódicamente saltaba al vacío una vez cada noche sólo para estrellarse contra la impotencia; esperaba, cada día, poder sobrevivir al atardecer, sobrevivir a esa hora en que todos los fantasmas asisten a una danza ritual y medio enferma, luego alcanzar la calle, buscar una cerveza y un pretexto, una conversación, una mirada; ser un fantasma, mientras la soledad toma forma, se vuelve sensación, y luego frío, frío saliendo desde adentro, frío gritando desde el fondo, atrincherándose en sus huesos hasta hacerlos estallar en mil pedazos. Veía como el dolor se balanceaba sobre su cabeza materializado en una pesada plancha de concreto que amenazaba con venirse abajo y terminar de una buena vez con esa historia repetitiva y recurrente; se le confundieron los rostros con las palabras, todos hablando al tiempo, todos mintiendo... Al tiempo.

Lloró, lo confesaría luego en un mail que nunca envió.

Buenos Aires era otra cosa, ni mejor ni peor, distinta sencillamente, una ciudad hecha a su medida; una ciudad llena de rincones, imágenes y refugios; era sólo cuestión de tomarse confianza, la misma que le tomó 30 años rescatar en Bogotá, necesitaba paciencia y la tenía, era su única virtud visible, saber esperar y entretenerse mientras tanto, enamorarse con facilidad para poder contar historias; allí estaba su “épica”; ¡ja¡ reía al pensar en esta palabra, tan pretenciosa y sonora, sin embargo le divertía pronunciarla y encararla no obstante su felicidad estaba en otro lado. Ahora estaba en Buenos Aires, ahora tenía la calle Lavalle, para perderse los fines de semana, ahora tenía ese aura irreconciliable que lo mantenía a distancia, su viaje había comenzado y se prolongaría por mucho más tiempo, lo sabía y estaba preparado, desecharía lo aparente hasta descubrir lo fundamental, no era un turista y lo sabía, un artista tampoco; era una especie de exiliado que comenzaba a sentir el peso y la prisa , los corto circuitos, corto metrajes, corto culturales que se le insinuaban , con maquillaje recargado y risotadas estravagantes, así es toda ciudad en un principio, una puta fácil y atrayente que amanece a tu lado y se va antes del desayuno. Con el tiempo las cosas cambian, cuando dejas de transitar por ella y te decides a habitarla, entonces la miras a los ojos, sintiéndote enamorado hasta el delirio, sin decirle una sola palabra hasta que todo pase, a fin de cuentas, afuera , en la calle; cada quien pasará masticando su propia vida.

Sonó el teléfono y atendió, la voz de su padre se le hizo extraña, un tono entre alegre y nostálgico le planteaba una cierta ruptura, comenzaba a dejar cosas atrás, comenzaba a sobrevolar su propio carácter, dejaba de ser lo que siempre había sido para no ser nada o por el contrario, para convertirse en un vehículo más dinámico que debía tripularse a si mismo. Con su madre, por el contrario, no había problema, ambos lo sabían, existía una conexión inmaterial que los hacía uno solo, aunque diametralmente opuestos.

El discurso sobre la ciudad era difícil de articular; se limitaba a una serie de sustantivos y adjetivos enunciados en un orden aleatorio en el que Lavalle entraba sin dificultad, Corrientes era parte de un tango mal escuchado, Santa Fe se convertía en la imagen de un vinilo de Fito, girando incansablemente por allá en los 80´s y El Luna Park, en refugio de “Torito”. El Botánico tendría que conservar sus gatos y sus bancas para ser una tumba digna de héroes; bancas de parque, gatos porteños y hojas de otoño, otoño corto, suplantado por ese verano de mierda que se fue prometiendo volver. Descubrió, sin embargo, que la cotidianidad se parece más a Luna India, otro Buenos Aires difícil de aceptar; una batalla de generaciones que reclaman lo suyo, entre boliches y calles, sin mucho centro y con mas Palermo; fashion, Florida fashion. San Telmo oculto.

Una mañana se despertó, lo de “la mañana” era solo un recurso narrativo , sonaba bonito despertarse en la mañana y acostarse en la noche, la tarde es para pensar y reconciliar, la tarde es también para volver del trabajo, aferrado a ese otro Buenos Aires underground, viajando en el subterráneo, atrapado dentro del subte y comprimido como el lenguaje, dejándose penetrar por los años y el viento del norte. Esa mañana, pues; se despertó, se vio al espejo, se sintió extraño, el libro, que digo el libro, la novela, que digo la novela; el cuento se comenzaba a escribir en presente, recordó entonces su primer acercamiento

”...Tu blusa atora sentimientos que respiras...”

Finales del 89 cuando fue atrapado y enviado a su primera misión de reconocimiento lo que le pareció un hai ku y era solo una pequeña parte de una canción.

”Quisiera no verte pero eres mi consecuencia,
podría apagar la luz que te alimenta
pero me quedaría solo...”

Sombra, entendería con el tiempo que sobre la faz de la tierra no existe el negro absoluto; todo transcurre en intervalos que van del blanco al gris, hasta los sentimientos, al llegar al negro tocas inevitablemente el blanco que por esas cosas de la colorimetría vendrían siendo particularmente la misma cosa.

“...No tenía nada que perder, lo supo en el momento en que empacó y su vida cupo en un par de maletas...”

Muerta la inocencia primigenia, se heredan sus despojos, como mecanismo regulatorio de la especie y todo vuelve a comenzar, hasta que llegan los 13 y todo se va a la mierda.

Hoy esperas en Lavalle, te falta la protagonista principal pero has ubicado la locación, pude que te equivoques y el ramal principal de tu árbol genealógico se convierta en manzana de ese pecado original, al que renunciaste cuando te diste cuenta que todo era una mentira muy bien contada.

“... Pero si él duda, si duda y voltea, la habrá perdido para siempre... Sabemos que es ficción y sin embargo duele...”

Espero viento frontal y autorización para aterrizar.


Buenos Aires, Mayo 3 de 2004