Monday, September 20, 2004

I


Escucho…
Un perro ladra en la noche, un gato husmea en la basura, una pareja calla en la plaza; los escucho, él fuma, da una calada tras otra mientas ella pestañea, escucho el roce de los parpados y el golpe al cerarse, me aturde el sonido de la flama, viene a mi cabeza una noche de motel el roce de las nubes que se abren muy lejos para dejar entrar el día, viene a mi cabeza el silencio luego de que todas las palabras y las caricias se han gastado, cada gesto es un discurso, la llave de la ducha a medio cerrar y el sonido lejano de una ciudad que sin saberlo comienza a despertar.

Los oigo con claridad, la mirada de ella se vuelve liquida gotea, se derrama sobre el suelo, se desliza sobre el asfalto esculpiendo nombres prohibidos, corre su sangre tan rapido que casi no toca las paredes de las venas, estan vivos y no lo saben y no lo sienten, su dolor crepita, vibra, convulsiona, se transfoma en un grito que solo yo puedo oir, se cada una de las cosas que inútilmente callan. Se miran en silencio, recorren sus bocas con una caricia lenta, añoran esos labios que se iran por largo tiempo, invocan un beso entrecortado que se diluye lentamente en una sustancia viscosa, tendrán que esperar un par de años para volver a encontarse, lo saben y cantan para soportanr el miedo, escucho la canción interpretada sin mucho virtuosismo, una canción, su canción, la de mirarse clandestinamente, la de creer amarse hasta la locura, una cancion que va ganando peso y cae , una cancion que se estrella contra el piso rompiéndose en mil pedazos.

Un corazón se agita, otro se detiene, se anulan, se cancelan en silencio, mietras el perro ladra y el gato encuentra; mientras un borracho habla en lenguas muertas y el mar, ese mar de él, ese mar de ella arremete con fuerza tratando de llevarse el dolor.

Distancia, tiempo y soledad, soledad aguda, creciente; amor bajo, sordo, espeso; propagandose, conviertiendose en una especie de onda expansiva y aterradora.

Oigo pasos, alguien se acerca, se detiene, acecha; espera; ve su nombre dibujado en el asfalto y sonríe; los músculos de su cara se distensionan y parecen un acorde disonante de espineta medieval y profana.

Ale.


Buenos Aires sept 17 de 2004

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home